Autobombo

Señoras, señores, señoritas, militares sin graduación, peronistas de raza:Iniciamos ( o inicio, aun no lo consulte con mi amigueta, aunque se que estara de acuerdo) un concursillo llamado AUTOBOMBO (que simbolico no?): Consiste en escribir una autoalabanza pero en grado superlativo. Pueden participar todos auquellos que quieran y ademas se podra votar.El premio será el honor de haber ganado. Pero por ser ustedes quienes concursen, si es chico el que gana, recibira el beso de alguna de las dos peronistas expositoras de este blog. Si la ganadora es chica, veremos, algun caballero se ofrecera a suplantarnos. Esto se antepone a un proximo post donde veremos los insultos que nos inspira algo o alguien, no amigueta?, pero primero los halagos a uno mismo, como para empezar como para encontrar antonimos mas luego.Va el mío como ejemplo (tambien pueden votar por este claro).

YO, NADA MENOS

La primera frase que oí al nacer fue “!Qué niña más hermosa!”. Mi madre resplandecía de orgullo mientras se limpiaba el sudor, la partera decía uf, mi padre se fumaba veinte cigarrillos en la sala de espera, mi abuela rezaba a San Ramón Nonato y mi abuelo se jugaba unas copas en el bar de enfrente. No hubo para menos. Yo era una niña diezmesina y pesé al nacer cerca de siete kilos, asi como lo leen lectores.

Después, y conforme fui creciendo, no dejé de escuchar frases admirativas con respecto a mi pelo rubio en forma de tirabuzones, mis ojos verdes y mi tez sonrosada, cosa que yo entendía, claro, pues era tan lista, que aprendí a leer con tres añitos. Pero la frase que marcó mi vida para siempre fue la que escuché de mi abuelo. Tenía yo por aquel entonces unos ocho años, me estaba probando un vestido blanco y vaporoso mientras bailaba y cantaba delante del espejo. Mi abuelo sólo dijo una palabra: “!Artista!”.

Desde entonces todo fue un continuo progresar en lo que me proponía. En el colegio sacaba buenas notas, en los deportes era la capitana. Me elegían como protagonista en las obras de teatro y llegué a ser popularísima en el barrio, después en el instituto, y más tarde en la universidad.Los pretendientes me asediaban, pero a mí no me gustaba ninguno de ellos porque no me llegaban al filo del vestido, y los que me hacían tilín se asustaban de mi inteligencia superior. Al menos eso era lo que decía mi abuelita, claro que lo decía movida por un secreto deseo de que yo fuera monja, porque yo era tan buena, tan modosita…Si, sí ¡monja yo! Con lo que me gustaban los hombres.

Tuve novios y amantes de todas clases, pero me cansaba pronto de ellos y los dejaba tirados en la cuneta. Hubo más de un conde y más de un millonario famoso loquito por mis huesos, pero yo, nada, los olvidaba enseguida, y si alguno no se suicidó es porque ya estaba algo obsoleto el suicidarse, aunque más de uno se echó al vicio del tabaco negro, el café y el perseguir moscas con escopeta.Mi voz ¿qué podría decir de mi voz? era mejor que la de la Callas, tanto, que una vez que cantábamos juntas el dúo de Madame Butterfly y Suzuki, ese dúo tan hermoso que transcurre en el jardín, la gente, de pie, gritaba “!Calla, Callas!” y no tuvo más remedio que callarse, y claro, seguí cantando el dúo yo solita.

El día que me decidí a escribir en serio, fue la repera, el no va más. Todos los premios literarios eran para mí, lo mismo de poesía, de novela, relato, o tesis sobre la inmortalidad del cangrejo o la cría de conejos marrones. Por supuesto que terminé mi carrera con notas brillantísimas, hice un master y ejercí como catedrática en la Universidad de Harvard, aunque pronto abandoné el trabajo, pues con los ingresos por la venta de mis novelas y los premios, no necesité trabajar más en mi gloriosa vida.

Desde entonces, no tuve más preocupación que dedicarme a contemplar mi bella imagen en un enorme espejo regalado por el Marqués de Villaquisiera, por el que los años no pasaban, ni pasan, que aun lo conservo, lo mismito que por mi linda persona. Este espejo, no sólo me devuelve mi imagen, sino que me inspira para escribir mis numerosos best seller, cosa que hago sin esfuerzo alguno: se los dicto a mi ordenador y mi secretario se encarga de lo demás.

Ahora, a mis 27 años, soy, como no, la joven mas joven y más lúcida y lucida del mundo y a punto de conseguir el Premio Nobel. Muchos ni siquiera sospechan la edad que tengo, con decir que existen debates en televisión sobre el interesante tema de mi edad, y es que no me echan más de 15. Sigo soltera, ya que todos mis novios, pretendientes y amantes pasaron al otro lado por lo que cause en ellos. Soy tan famosa, que cuando salgo en la tele, eclipso con mi belleza, todavía fresca, a todas las mises y famosas del mudo.

¿Qué cuál es mi nombre? Perdonad que no os lo diga, aunque pensándolo bien, ya lo habréis imaginado. Sólo os revelaré algo: soy yo, nada menos, ahí queda eso y punto en boca.